Balancier 3

Greubel Forsey ha tardado casi 20 años en emprender este camino: crear un reloj totalmente nuevo, más asequible y con identidad propia. Para lograrlo, el taller tuvo que empezar de cero. ¿Cómo se crea un reloj con un diámetro convencional en el que pueda encajar y respirar el movimiento de manufactura? ¿Cómo se puede lograr que una pieza sea más asequible cuando el 100 % de los acabados se siguen haciendo a mano? El Balancier 3 responde a estas preguntas.

En primer lugar, mediante el estilo. Desde el principio, el reloj destaca por sus tres puentes: el primero sobre el cubo, el segundo sobre el gran volante, y el tercero y más imponente, que atraviesa la pieza, se acopla al contador de segundos y sostiene las agujas de las horas y los minutos.

Cada uno de estos puentes presenta el acabado a mano característico de Greubel Forsey: un pulido curvado en la superficie, chaflanes pulidos y tornillos pulidos a mano. Cada puente tiene una serie de ángulos entrantes y un perfil curvo, que hace que el acabado manual sea especialmente delicado. Los coleccionistas lo apreciarán.

Esta arquitectura se inscribe en la colección Convexe. El Balancier 3 adopta su emblemática caja. Es más delgada. Los cuernos están desprovistos de tornillos, una novedad para Greubel Forsey. La caja Convexe, única en alta relojería, está curvada tanto en el lado del fondo como de la esfera. La pieza envuelve la muñeca de forma natural y proporciona una comodidad absoluta. En el lado de la esfera, la doble curvatura que se inclina hacia cada extremo de la correa ofrece volúmenes muy arquitectónicos, que el movimiento aprovecha para desplegarse.

A continuación, mediante el movimiento. Imprime al reloj más asequible de Greubel Forsey un estilo dinámico y moderno y ofrece una cronometría intachable. Para lograrlo, Greubel Forsey ha recurrido una vez más a la notable experiencia de su personal. El objetivo era diseñar una arquitectura sobria, depurada y contemporánea que permitiera admirar los acabados de cada uno de los componentes del movimiento. Para ello, el taller se centra en la esencia técnica de sus relojes: la fuente de su energía y el escape que la regula. Los cubos y el gran volante. El corazón del control del tiempo.

Los dos cubos se encuentran en la parte superior del puente y están montados en serie con rotación rápida (una vuelta en 3,2 horas). Están decorados con el grafismo giratorio que poco a poco se abre hueco en la colección Convexe. Juntos, proporcionan tres días de reserva de marcha cronométrica. El reloj latirá unas horas más, pero fuera del rango de precisión exigido por Greubel Forsey. La reserva de marcha está indicada en el fondo, una primicia en la colección Convexe.

En el extremo opuesto, entre las 4 y las 6, el gran volante da nombre al reloj. En plano, tiene una inercia variable y se equilibra gracias a sus 6 tornillos reguladores de oro. Presume de su gran diámetro de 12,6 mm, característico del taller y uno de los más majestuosos de la alta relojería contemporánea. Su oscilación se hace eco del segundero pequeño a las 8, con una aguja de los segundos fija. Porque, en realidad, lo que gira es el disco que se sitúa debajo, satinado a mano.

Por último, mediante el acabado. El puente ancho que sostiene las agujas de las horas y los minutos es el mejor ejemplo de ello. Curvado, tridimensional, calado, escalonado en tres niveles, con múltiples ángulos entrantes, prolongado por un refinado brazo que se une al segundero pequeño: es, en sí mismo, una proeza. Su geometría, de una complejidad extrema, está a la altura de sus acabados manuales. El ejercicio se reproduce a ambos lados del puente del cubo y del puente del gran volante, convexos como la caja que los alberga.